domingo, 16 de mayo de 2010

De viandas y de la aceptación del propio destino.


La gente que transporta comida en tuppers me da un poco de miedo.
Es más, hasta creo que podrían perfectamente ser asesinos seriales.
No sólo porque son capaces de cometer el acto que a mi me resulta prácticamente imposible siquiera de imaginar:cocinar. Sino porque además lo hacen con premeditación. Cocinan doble, para comer al día siguiente. O peor aún, cocinan exclusivamente aquella comida que va a ir dentro del recipiente con tapita y que viajará toda la mañana en mochilas, bolsos o carteras.
Una locura.
Saber el día anterior, qué es lo que se comerá al día siguiente, me parece algo de otro mundo. De verdad lo digo.
Por otro lado me pregunto (siguiendo la lógica de pensamiento de estos "cocineros compulsivos") ¿Cómo es ir a hacer las compras? ¿Van un lunes y compran para el martes también? ¿O directamente hacen una compra semanal? ¿Hacen lista para el supermercado? Y si es asi, ¿Hacen una lista aparte, por un lado la del tupper y por otro lado la de la casa?
Yo nunca seré de esas personas que agarran el carrito en el supermercado.
Es más, no sé cómo funcionan.
Apenas tengo un leve recuerdo de ser niña e ir de compras con mis padres y tomar desaforada aquel vehículo siniestro que en aquel momento era más divertido que cualquier programa de tele y hoy me mira de lejos. Con las rueditas torcidas.
Ahi quedó el carrito. Perdido entre mis recuerdos infantiles, junto con los programas de Manuel Wirtz y Reina Reech.
Yo compro de a una cosa cuando voy al super. Me consuela, en cierto modo, saber que esta gente cuya vida transcurre entre ollas y comida envasada "at home", nunca conocerá las delicias de la caja rápida, el placer de ir varias veces al día al supermercado y conocer más a fondo a todo su personal, o la adrenalina de despertarte con hambre y no tener un carajo en la heladera. A las tres de la mañana.
Me dirán que es una cuestión de economía, seguramente. Nunca falta aquel "justificador" (en todo ámbito de la vida hay un pelotudo que se la pasa explicando el comportamiento humano o la boludez cotidiana) que, al ritmo del "clack" de la tapita del tupper (sonido nefasto, alienante si los hay) se desgrana en vanos argumentos acerca del beneficio que genera al bolsillo el andar de acá para allá con la viandita.


A ese le digo:¿Vale la pena? Digo, ¿Realmente lo vale? ¿Que cocines extra?¿Que prepares aparte el menú del día siguiente?¿Cuánto ahorras?¿Cincuenta centavos?¿Estas contabilizando el gasto de gas? ¿Tu tiempo no vale? O acaso sos tan fanático del laburo que aparte de estar nueve horas en la oficina necesitas ponerte a cocinar frenéticamente cuando llegas a tu casa, ya pensando en el trabajo del día siguiente..
No los entiendo, de verdad. Nunca los voy a entender.
Condenada para siempre a los volantitos del delivery, me encadeno y me resigno a mi fatal destino, que no conoce de édades ni de géneros. Nunca aprenderé a cocinar.
Pasame el teléfono.

5 comentarios:

  1. Mi actividad en favorita en el supermercado, amén las carreras en changuito contra mi hermana, era probar las bombitas de luz. Prende-apaga-prende-apaga.
    También hacíamos dominó-rally con los shampúes(?) alineados en las góndolas. Pac pac pac pac, iban cayendo uno tras otro.
    Pequeñas vándalas de supermercado.

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  2. el vandalismo supermercadil es sano. No debería restringirse sólo a la niñez.

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  3. Hola. Ando buscando gente que tal vez puede gustarle lo que empecé a hacer. Te invito a que veas la invitación que hay en mi blog
    www.tercerasalida.blogspot.com

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  4. algunos dicen que el orgullo de blablá. cada loco con su tema.

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  5. jajajajajjajajajajja esto me recuerda a alguiennn que lleva piza en porciones en un tupeer dividida por servilletas y las come en el colectivooo ENFERMOOOOOOOOOO jajajjj...ya lo hablamos sister, opino exactamente lo mismo...

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