Un poco me estoy cansando de escribir en serio.
Hoy fui a sacar mil fotocopias de una materia que no me gusta en absoluto. Paradójicamente eso es lo que sucede con las materias que menos te gustan. Siempre van a llenarte de fotocopias para que tengas cosas que leer, cuando comenzás a olvidarte lentamente de tu profesor que es peludo, gordo, y se mira en el espejo mientras te da la clase.
Esto me recuerda a mi profesora de francés, que para mi tenía estilo y glamour hasta el día en que tuve que aguantarme dos horas de reloj con su bragueta abierta frente a mi. Desde ese traumático episodio resolví que nunca más me sentaría en primera fila. Nunca más.
También tengo gratos recuerdos de aquel amable profesor de guión y publicidad al cual nunca sabía exactamente a qué ojo mirar. Todo el mundo se reía de ese ojito travieso que de repente cobraba vida y se iba por la estratósfera mientras el otro, por el contrario se quedaba fijo en su objetivo. Como un soldado firme que cubre al camarada hasta que éste vuelva. A mi siempre me dio ternura el pobre ojo mocho y desamparado.
Resulta ser que cuando me toca hacer el noticiero frente a la cámara me bloqueo.
Hay un recorrido que hace la idea desde que sale de tu cerebro hasta que llega a tu boca, en el cuál no logro definir aún qué es lo que pasa.
O sea, indudablemente algo tiene que suceder ahí dentro.
Sino no tiene explicación posible, el hecho de que yo tenga claramente diagramado lo que voy a decir, y milésimas de segundos después, las palabras no están en mi boca en tiempo y forma tal como debieran. Por el contrario, imagino que han de subirse todas en el trencito de las palabras que va desde el cerebro hasta la boca, y hacen un par de paradas logísticas que las están retrasando.
Las imagino a todas entrando a un pub que les queda de pasada en el camino hacia la boca, y olvidándose de que sólo paraban para ir al baño, se piden un par de tragos en la barra y se ponen a encarar a otras palabritas más chiquitas que aún no fueron pensadas. Bailan, se divierten, se ponen en pedo y quedan tiradas en el piso, flasheando que son palabras importantes de algún famoso, que van a salir en la tele de verdad, o que van a componer alguna frase de un libro importante. Y se olvidan de que tienen que venir a mi boca, de que yo las estoy esperando con cara de boluda frente a la lucecita roja que me mira expectante, y frente a toda la clase que me observa agonizar lentamente.
Me cagan el ejercicio.
Mis propias palabras me boicotean la carrera. Palabras que ni llego a decir. Que no llegan jamás a mi boca. Que se ponen en pedo por el camino.
Palabras de mierda.